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Requiem por un campesino espanol

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Quería a Paco como si fuese su hijo, pero no lo demostró, pues reveló a los señoritos el escondite de Paco, aunque había prometido no decírselo, y lo mataron. Sintió que se liberaba cuando dijo el escondite de Paco al centurión. No le gustaban los amuletos que solía poner la Jerónima en la cuna de los bebés. Se codeaba con gente rica y cuando iba a las cuevas siempre tenía prisa por salir de las casas de la gente pobre. Al sentirse culpable de la muerte de Paco, no quiso que nadie le pagara la misa por él. Le afectó mucho la noticia de que el rey había huido de España. Cuando vio a Paco en las tapias del cementerio, tras delatar su escondite y decirle que tendría juicio, sintió un gran desaliento. Aunque se sentía culpable de la muerte de Paco, se consolaba pensando que había vivido dentro de los ámbitos de la Iglesia, porque él mismo le había administrado todos los sacramentos. Paco "el del Molino" es el protagonista de la novela. Un hombre puro, trágico, sincero e idealista. Paco es ejemplo de sus vecinos, líder en la lucha y el más querido del pueblo, dotado de cualidades mesiánicas. [3 ]​ [4 ]​ Por su parte Mosén Millán es el deuteragonista desde cuyo punto de vista se narra la historia. Millán, párroco de un pequeño pueblo, rememora la vida de Paco mientras se prepara para dar una misa de réquiem en el aniversario de su muerte.

Se involucraba para mantener el orden en el pueblo, algo que después cambiaría con la llegada de la democracia. Cuando llega al poder nuevamente una dictadura logra retomar el poder que había perdido por supuesto con la anuencia de las personas más ricas del pueblo.Paco el del Molino: hijo de dos hacendados pudientes, muy sensible y con una gran brújula moral. Su actitud cambió a medida que crecía y veía lo injusto y cruel que era el mundo, sobre todo con los menos pudientes. Es perseguido por diferentes personas por su actitud justa. Después de dos largos años de cortejo, se casó con Paco. Era una chica del pueblo muy buena, diligente y trabajadora y fue muy amada por la gente del pueblo. El zapatero La mañana del bautizo fue fría. La ceremonia aunque con mucha gente enlutada, estuvo bien. Después fueron los invitados al banquete, donde antes de la comida hubo bromas, siempre entorno al niño y su familia. La Jerónima, que era partera y saludadora, le cambiaba afanosa el vendaje del ombligo al niño, y también hacia halagos a los atributos masculinos del crío. Al oler la comida el cura se acercó a la cuna del niño, y le colocó un pequeño escapulario debajo de la almohada. Al empezar la comida la abuela del chico le atribuyó el nombre de segundo padre a Mosén Millán, pues era su padre del nacimiento en la casa de Dios. Vino el médico a ver a Paquito, y aprovechó para decirle a la Jerónima que no volviera a tocar el ombligo del chico. A ésta no le sentó bien. El cura se acercó, le dio la bendición al niño y miró debajo de la almohada, y allí había un clavo y una pequeña llave formando cruz, obra de la Jerónima. El cura se lo entregó al padre de Paco y Mosén Millán rezó una oración. •

En el colegio, Paco jugaba con los niños y luego ayudaba a Mosén Millán con la misa en algunas ocasiones, como monaguillo. En una ocasión, unos niños consiguieron un revólver viejo que Paco siempre intentaba esconder, porque decía que así no lo tendrían en sus manos otros niños peores que él. Tras conseguir librarse de ir al servicio militar, porque sacó uno de los números más altos en el sorteo, Paco cortejó a una muchacha durante un par de años, acercándose a ella poco a poco, primero con saludos y luego con algunas frases corteses. Luego procedió como era costumbre, bailando con la moza y haciendo las rondas de rigor entre los jóvenes enamorados. El chico era atrevido, porque en una ocasión, cuando la Guardia Civil lo llevaba detenido para evitar peleas entre rondadores, engaño a los agentes y les quitó los fusiles, y no lograron recuperarlos hasta que Mosén Millán le pidió que se los devolviese. Paco discutió con el cura, en aquella ocasión, sobre la utilidad de la Guardia Civil en el pueblo. Está narrado en tercera persona, pues el autor no participa en la historia. El narrador es omnisciente; sabe lo que piensan y sienten los personajes. Intercala fragmentos de los diálogos de los personajes con la narración de sus pensamientos y su forma de expresarse. También quiso pagar la misa de Paco porque se sentía culpable. Siempre jugaba con dos caras: quería ser amigo de Paco y de la gente del pueblo, pero después se iba con los ricos a reírse de los menos favorecidos. Los señoritosDurante la novela, además, se escuchan los testimonios de otros personajes (Águeda, el padre de Paco, el monaguillo o La Jerónima) y los asistentes al réquiem, don Valeriano, don Gumersindo y don Cástulo, responsables indirectos junto con Millán del asesinato de Paco. El sentimiento de culpa que le persigue y que se manifiesta en la ceremonia, pone de manifiesto la miseria y la división en la que estaba sumida España. No era ni amigo ni enemigo de nadie, aunque con todos hablaba. Primero estaba contra el Rey, y luego en contra de los republicanos, cuando llegaron al ayuntamiento. Le atribuyeron ser espía de Rusia, aunque no sabían que país era ése. Posiblemente fuera por creerle comunista. Fue el amor de Paco. Destacaba por ser diligente y laboriosa. El estar con Paco le daba mucha inseguridad, incluso a pesar de estar comprometidos en matrimonio. Fue siempre vista en el pueblo como trabajadora y buena. El zapatero Era casi de noche cuando los señoritos sacaron a Paco y a otros dos más de la cárcel y los llevaron a las tapias del cementerio. Como el centurión recordó que no se habían confesado, mando llamar al cura, que utilizó como confesionario el coche en el que lo llevaron. Paco pidió clemencia para los dos que iban a matar a la vez que a él, porque no habían hecho nada. Mosén Millán dijo que le habían engañado también a él cuando habían prometido que tendría un juicio y no lo matarían. Tras el tiroteo Paco seguía vivo y lo remataron. Un día, acompañó al cura Mosén a dar la extremaunción a un enfermo que vivía en las cuevas, en el lugar más pobre del pueblo. Quedó impactado por lo que vio, porque en la cueva no había ni luz ni agua, y fueron recibidos por el silencio de la mujer que se hacía cargo del enfermo, así como por la miseria que se respiraba en el aire. Se quedó estupefacto con la prisa con la que Mosén dio la extremaunción al enfermo para salir de allí cuanto antes.

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